dilluns, 23 de juny del 2014

23/06/14. José Antonio Zarzalejos. Todos los catalanes. Comunidad ensimismada, olla a presión, maniqueísmo de manual, La solución a la cuestión catalana, no puede venir sino de las “renuncias mutuas” y de la “reconducción”...


Benvolguts,

El nostre enemic irreconciliable, per enze, José Antonio Zarzalejos (fill de Governador franquista de Bilbao en els anys 40, i germà de l’actual capomafioso de la FAES), ens explica l’ambient de terror que es viu a Catalunya de tal forma que ni els residents ni els visitants s’atreveixen a piular contra les tesis oficials independentistes dels grans visirs del país...

Llegiu-ho i sabreu perquè Catalunya és Una comunidad ensimismada, perquè és una “olla a presión” en la que “se echa en falta en el espacio público de este país la defensa de otras posiciones (distintas a las independentistas)…

L’article és del més de març i des d’aleshores ha plogut molt, però no l’havia pogut publicar abans i la publicació de l’article anterior sobre la Caixa del mateix indesitjable individu així com el canvi de condició civil (i militar, ja que ara ja és Generalísimo de los Ejércitos, com el seu avi putatiu) del Felipe m’ha esperonat a buscar-l'article i comentar-lo!
 

Todos los catalanes

José Antonio Zarzalejos en La Vanguardia


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EL ÁGORA

Antes de citar algunos párrafos del último libro de Manuel Cruz (Una comunidad ensimismada, editado por Catarata) permítanme unas palabras sobre el autor porque lo que escribe tiene valor en la medida en que su autoridad intelectual resulta contrastada y contrastable. Cruz (Barcelona, 1951) es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universitat de Barcelona. A sus ya rebasados sesenta años es considerado como uno de los filósofos españoles más importantes de las últimas décadas. Sus colegas le homenajearon en el 2012 con un libro colectivo titulado Vivir para pensar, prologado por Emilio Lledó, y que contenía ensayos de personalidades tan relevantes como Victoria Camps, Daniel Innerarity, Javier Muguerza o Enzo Travesedo. Manuel Cruz, además de haber publicado más de una veintena de libros, reúne los premios Anagrama de Ensayo (2005), el Espasa (2010) y, entre otros, el Jovellanos (2012). Y además de todo esto es un universitario comprometido con la sociedad catalana y española. Por eso, entre otras razones, se ha puesto al frente de los Federalistas de Izquierdas en Catalunya.

Tras el exordio anterior se entenderá por qué hay que atender a criterios de intelectuales como Cruz en estos tiempos en los que cunde, con la ignorancia, la cobardía. Nuestro autor, en Una comunidad ensimismada desarrolla la teoría de Catalunya como una “olla a presión” en la que denuncia que “se echa en falta en el espacio público de este país la defensa de otras posiciones (distintas a las independentistas) que sin duda existen, pero cuyos partidarios suelen comentar en privado, que de momento han decidido optar por un perfil bajo, o que se reservan para la hora de la verdad, cuando realmente se ponga en juego de manera irreversible el futuro de nuestra comunidad”. El autor da un paso más al sostener que “parece claro que sufre un considerable déficit democrático una sociedad en la que sus ciudadanos acaban sometidos a lo que se ha denominado, inspirándose en Tocqueville, como espiral de silencio, y prefieren mantenerse callados ante el miedo –manifiestamente inducido desde el poder– a quedar aislados o, peor aún, a recibir algún tipo de reproche social. Por supuesto, cuando se intenta plantear esta cuestión en el espacio público catalán no faltan respuestas, más o menos afines al oficialismo, que tildan de exagerado, cuando no de caricaturesco, dicho planteamiento. O por decirlo con un poco más de precisión: atribuyen a este la imperdonable falacia de convertir la anécdota (de algunas situaciones particulares) en categoría (de una presunta intimidación generalizada).

Lo que Cruz describe es perceptible para el que –como es mi caso– vive fuera de Catalunya pero la frecuenta. Existe un doble lenguaje, el privado y el público. ¿Cuál es más real?, ¿está uno y otro en función del interlocutor, la situación o la localización? Cruz llega a la conclusión de que “junto con la tendencia al unanimismo, probablemente la segunda premisa fundamental sobre la que camina el discurso soberanista merezca ser denominada homogeneísmo o tendencia a considerar a la comunidad catalana como una realidad homogénea”. De ahí que arrogarse, lo haga quien lo haga, la representación de los catalanes o de la entera Catalunya perpetre un desafuero democrático. Las expresiones y las apelaciones a “todos los catalanes”, o “todos los españoles”, resultan una burda manipulación.

Reducir a los españoles, o a España, a eslóganes felices y exitosos –en todo caso, básicos y facilones– es tan romo intelectualmente como hacer lo propio con los catalanes y Catalunya. Puede hablarse de grandes movimientos de opinión, de mayorías sociales, de fuertes tendencias, pero no de unanimidades de opinión y juicio, y menos, de intención o propósito. La solución a la cuestión catalana, por eso, no puede venir sino de las “renuncias mutuas” a las que se refirió Duran en el debate de la nación el pasado martes y de la “reconducción” a la que aludió Rajoy. El maximalismo es una forma de autoritarismo y se ampara en la ampulosidad verbal que mientras reclama el diálogo ofrece como propuesta la adhesión incondicional a sus tesis que de no producirse se denuncia como un inaceptable inmovilismo. Ganada la batalla de la simplificación de los conflictos mediante un maniqueísmo de manual, se socializan los criterios y se convierten en las guías del pensamiento correcto. Y a partir de ahí, la espiral de silencio público y de la murmuración privada. Y, según Cruz, eso ocurre ahora en Catalunya. En donde muchos, amedrentados, creen que el 10 de noviembre se despertarán bajo el nuevo régimen republicano catalán como se aseveró en la tribuna del Congreso de los Diputados.

La estancia
¿Qué virtualidad ha tenido la estancia del Príncipe de Asturias y Girona en Catalunya? No sólo la simbólica. El heredero de la Corona ha escuchado, ha visto y ha sentido. Don Felipe se ha mantenido con sobriedad y rigor en el ámbito que le correspondía sin hacer ni decir nada que no se atuviese a su condición y circunstancias. Ha acumulado una experiencia más en un momento histórico de España. La experiencia tendrá sus efectos en el medio plazo porque es sustancial que el futuro Felipe VI disponga de criterio propio sobre Catalunya y sobre el latido de su muy diversa sociedad. En la cuestión territorial –uno de esos demonios familiares recurrentes en la historia de nuestro país– la monarquía es particularmente funcional porque arbitra y modera.
José Antonio Zarzalejos

Joan A. Forès
Reflexions

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