dimarts, 11 de juny del 2013

11/06/13. *. Hay unas naciones que no son inventos porque son verdaderas y otras de mentirijillas, inventadas para medrar. ¿Y cómo se nota cuál es cuál? Fácil: yo tengo ejército y el artículo 8 de la Constitución y tú no


Benvolguts,

Un bon article de Manuel Castells. Llegiu-vos l’enllaç per saber qui és aquest homenot (va estudiar sociologia a la Sorbona amb Alain Touraine, fugint de l’Espanya franquista el 1962) i què l’ha portat a pensar com pensa...


Tags (normalment proposem uns quants tags però en aquest cas gairebé tots els conceptes són fonamentals):

·       Teóricos del calibre de Bono o Aznar (funcionalmente equivalentes en este tema) nos revelan que las naciones son un invento. A la respuesta obvia de “la suya también” (o sea, su indivisible madre patria), Aznar contesta en fundamentalista coherente: la mía no, porque es la verdadera.

o   Así lo entendemos mejor. Hay unas naciones que no son inventos porque son verdaderas y otras de mentirijillas, inventadas para medrar. ¿Y cómo se nota cuál es cuál? Fácil: yo tengo ejército y el artículo 8 de la Constitución y tú no. O sea que, remedando a Mao, la nación está en la punta del fusil.

·       [La nación es inventada] Como toda construcción humana, porque todo es construcción mental realizada con materiales culturales resultantes de compartir historia y geografía. En ese sentido, toda organización social es inventada, o sea, construida culturalmente.

·       Cualquier observación desapasionada muestra que, en la época moderna, hay naciones, hay estados y distintas formas de relación entre los dos: naciones sin Estado, estados nación, estados multinacionales y estados nación imperiales que integran diversas naciones por la fuerza.

·       España pertenece a esta última categoría, pero como el imperio duró bastante y las ruinas imperiales mucho más se fue creando una interculturalidad que determina una nación española con elementos de fusión de otras culturas nacionales…

·       ¿Cuándo se tiende a reafirmar la comunidad nacional, suscitando una identidad de resistencia? En dos situaciones:

o   Una, la dominación sofocante de una nación sobre otra, por ejemplo de España sobre Catalunya y Euskadi durante el franquismo, sin ir más lejos.

o   Y, segundo, en momentos de inseguridad cultural nacional tanto de unas naciones como de otras . Este es uno de esos momentos, porque tanto el Estado como la sociedad nacional están siendo transformados por el proceso de globalización.

o   El problema es que un Estado sólo es estable cuando se construye sobre la realidad de su sociedad, que en el caso de España es plurinacional y multicultural.

o   Con qué fórmulas se llega a esa estabilidad en cada momento, más allá de la coyuntura excepcional de 1978, con una pistola apuntando a la cabeza (el disparo salió desviado en 1981), es importante pero no decisivo. Lo que sí sería decisivo es el empecinamiento en definir España como una, grande y libre, cuando hace muy poco que es libre, hace tiempo que dejó de ser grande y sólo puede ser una en su pluralidad.

§  Ignorar ese hecho fundamental de nuestra realidad es convocar de nuevo al aquelarre de espectros que atormentaron nuestra historia.

§  Porque no está escrito que en el siglo XXI no pueda producirse la restauración del nacionalcatolicismo y sus secuelas tiránicas.

·       Los contextos sólo importan hasta cierto punto. Son las personas las que hacen su propia historia. Y las malas personas también.

 Inventar naciones

Manuel Castells en La Vanguardia

el 26 enero, 2008 en Política
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OBSERVATORIO GLOBAL

Por si algo nos faltaba, ahora hay políticos que se ponen a teorizar. Teóricos del calibre de Bono o Aznar (funcionalmente equivalentes en este tema) nos revelan que las naciones son un invento. A la respuesta obvia de “la suya también” (o sea, su indivisible madre patria), Aznar contesta en fundamentalista coherente: la mía no, porque es la verdadera. Así lo entendemos mejor. Hay unas naciones que no son inventos porque son verdaderas y otras de mentirijillas, inventadas para medrar. ¿Y cómo se nota cuál es cuál? Fácil: yo tengo ejército y el artículo 8 de la Constitución y tú no. O sea que, remedando a Mao, la nación está en la punta del fusil. Puestos así, es lógico que alguna gente se enfade y vaya a acabar Dios sabe dónde. Pero siendo civilizados y, aún más importante, prudentes, podríamos examinar algo más seriamente el estado de la cuestión. De la cuestión nacional, como se decía en tiempos preautonómicos.

Porque en tono más sesudo hay muchos intelectuales orgánicos e inorgánicos que comulgan con el bono-aznarismo. Y además todos citan al pobre Benedict Anderson, que no decía eso, porque lo han leído mal y aún han traducido peor el título de su libro 'imagined communities: no son imaginarias en inglés, sino imaginadas. Es decir, construidas a partir de imágenes, de narrativas, de metáforas, de signos y significantes. Como toda construcción humana, porque todo es construcción mental realizada con materiales culturales resultantes de compartir historia y geografía. En ese sentido, toda organización social es inventada, o sea, construida culturalmente.

Por tanto, la verdadera cuestión es cómo se construye una forma de organización social y cultural que se autodenomina nación. Si queremos decir que lo que existe son estados naciones y lo demás no son ni estados ni naciones, entonces es fácil. Quien gana en la historia define una frontera, se proclama soberano y se convierte en nación. Pero para eso no necesitamos hablar de nación, basta con hablar de Estado. Y resulta que la historia, incluida la reciente, muestra que no es tan sencillo. ¿O sea, que antes Croacia no era nación y ahora sí lo es? ¿O Yugoslavia era nación y ahora se llama Serbia? ¿Y Finlandia se hizo la sueca antes de hacerse mayor a los acordes de Sibelius? ¿Y qué pasa con Quebec y el constante intento de Canadá de acomodar la binacionalidad del país? ¿Y Escocia, con un gobierno independentista tranquilo que propone un divorcio a la inglesa, sin romper el Estado británico? ¿Y las innumerables naciones que surgen, se funden y se deshacen en un mundo en cambio según como vayan los movimientos sociales y las estrategias geopolíticas? ¿Transmutan su esencia siguiendo la coyuntura? Cualquier observación desapasionada muestra que, en la época moderna, hay naciones, hay estados y distintas formas de relación entre los dos: naciones sin Estado, estados nación, estados multinacionales y estados nación imperiales que integran diversas naciones por la fuerza.

España pertenece a esta última categoría, pero como el imperio duró bastante y las ruinas imperiales mucho más se fue creando una interculturalidad que determina una nación española con elementos de fusión de otras culturas nacionales, así como formaciones nacionales que también están indisolublemente ligadas a componentes de españolidad. El hecho de que estas características nacionales propias persistieran durante siglos a pesar de distintos niveles y formas de represión remite a las raíces de la nación, o sea, al hecho de compartir una cultura, una lengua, un territorio y, sobre todo, una historia. No cualquier colectividad territorial se constituye como nación, porque la identidad colectiva se forma compartiendo materialmente en la práctica cotidiana muchos elementos comunes y distintos de otras colectividades durante un largo periodo. ¿Cuándo se tiende a reafirmar la comunidad nacional, suscitando una identidad de resistencia? En dos situaciones:

Una, la dominación sofocante de una nación sobre otra, por ejemplo de España sobre Catalunya y Euskadi durante el franquismo, sin ir más lejos. Y, segundo, en momentos de inseguridad cultural nacional tanto de unas naciones como de otras . Este es uno de esos momentos, porque tanto el Estado como la sociedad nacional están siendo transformados por el proceso de globalización. El Estado porque pierde control sobre los flujos globales de poder y riqueza y transfiere soberanía a instituciones supranacionales como la Unión Europea. La sociedad nacional porque la inmigración y la globalización de la cultura operan un mestizaje que hace difícil reconocerse como comunidad cultural sin reafirmar cada día los signos de esa comunidad, por ejemplo la lengua. En estos momentos, tanto España como Catalunya, como Euskadi y como Galicia, intentan mantener su identidad colectiva reafirmando culturas, historias y lenguas propias. Y para hacer esto lo más fácil es diferenciarse del vecino inmediato o negar el derecho a la diferencia porque tú mandas en tu casa. Ahí surge la dificultad, porque no hay vuelta atrás en el mestizaje histórico. La realidad española es una realidad plurinacional, pero además crecientemente multicultural. Y el Estado español es un ente global en su proyecto y uninacional en su nostalgia histórica. El problema es que un Estado sólo es estable cuando se construye sobre la realidad de su sociedad, que en el caso de España es plurinacional y multicultural. 

Lo que sí sería decisivo es el empecinamiento en definir España como una, grande y libre, cuando hace muy poco que es libre, hace tiempo que dejó de ser grande y sólo puede ser una en su pluralidad. 

Con qué fórmulas se llega a esa estabilidad en cada momento, más allá de la coyuntura excepcional de 1978, con una pistola apuntando a la cabeza (el disparo salió desviado en 1981), es importante pero no decisivo. Lo que sí sería decisivo es el empecinamiento en definir España como una, grande y libre, cuando hace muy poco que es libre, hace tiempo que dejó de ser grande y sólo puede ser una en su pluralidad. Ignorar ese hecho fundamental de nuestra realidad es convocar de nuevo al aquelarre de espectros que atormentaron nuestra historia. Porque no está escrito que en el siglo XXI no pueda producirse la restauración del nacionalcatolicismo y sus secuelas tiránicas. Los contextos sólo importan hasta cierto punto. Son las personas las que hacen su propia historia. 
Y las malas personas también.
 

Joan A. Forès
Reflexions

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